jueves, 7 de febrero de 2008

Crónica de un viaje no anunciado

Día 2.
Dormir hasta el medio día. Más tarde de turista. Más lugares de nombres que no recuerdo. Ahora los días se desdibujan, como si hubieran sido uno solo. El más largo de todos. El más intenso. Me acuerdo que no me terminé el chocolate de San Ginés, y que no comí churros. Herida mortal.
Encuentro con amiga de P. a la que le tiene que dar un libro o ella a él o una bufanda, o al revés, o no sé, que más da, algo intercambiaron.
Noche de match, con elefantuche (elefante de peluche, para los no entendidos) incluido. Después presentación de amigos (Cuccí quiso que le presenten a una novia -y esa palabra me toma de sorpresa- y sólo le presentan a una amiga. Qué desilución se habrá llevado) Cerveza, tapas y ronda de preguntas absurdas. ¿Prueba superada? Por suerte pude vengarme con Carras. Parece que el sueño se fue de tapas y nosotros debajo del edredón irlandés hacemos eso que parece que no sirve para nada, pero que al final siempre termina siendo mejor: hablar. Y las palabras nos envuelven y son dulces, saladas, húmedas y secas. Fui tan dócil como guante y tan sincera como pude -como diría Cerati-. Aunque todavía no sé si el usó mi cabeza como un revolver