miércoles, 20 de febrero de 2008

La Tregua II

La muerte es una tediosa experiencia; para los demás, sobre todo para los demás. (...) Pero todo fue siempre demasiado obligatorio como para que pudiera sentirme feliz.

Hay una especie de reflejo automático en eso de hablar de la muerte y mirar en seguida el reloj.

Siempre aparecían en fila como esperando turno para ingresar a mi miedo.

Compramos algún libro, algún disco, pero más que cualquier otra cosa nos entretiene hablar, hablar de nosotros, referirnos toda esa zona de nuestras vidas que está antes de Lo Nuestro. No hay diversión, no hay espectáculo que pueda sustituir lo que disfrutamos en ese ejercicio de la sinceridad, de la franqueza. Ya vamos adquiriendo un mayor entrenamiento. Porque también hay que habituarse a la sinceridad (...) me he encontrado pronunciando palabras que me parecían más sinceras aún que mis pensamientos. ¿Es posible eso?

Porque estoy fatigado (y en este caso la fatiga es casi un asco) del disimulo, de ese disimulo que uno se pone como una careta sobre el viejo rostro sensible.

Ojalá te sientas a la vez protector y protegido, que es una de las más agradables sensaciones que puede permitirse el ser humano.

'Falleció' dijo la voz del tío. La palabra es un asco. Falleció significa un trámite.

Porque en el fondo yo tenía fe en que hubiera prórrogas, en que la cumbre no fuera sólo un puinto, sino una larga meseta.