martes, 11 de diciembre de 2007

dulce de melancolía

y ahí está. me mira en su rincón, con esos ojitos pequeños y frágiles. a veces creo que la pierdo, y entonces la busco. pero en general aparece cuando menos la espero. como las lluvias tropicales, torrenciales y breves. viene, me abraza con sus brazos largos y flacos. y yo me entrego, porque es dulce a pesar de su mala fama. 
a veces se parece a la otra. esa que me persigue todo el tiempo, que me cela, que no me deja nunca. esa que amo, que si la pierdo me muero. 
hoy, como muchas veces, la melancolía se mezcla con la soledad y nace una tristeza vieja, que ya existía, que renace en este momento. 
una música suena y sueña. 
si vivir es soñar, yo me quiero dormir. y sigo despierta. entonces quizás sea esto lo que se siente cuando se vive. esta sensación de incertidumbre constante, este abismo que se acerca y se aleja. estas palabras que brotan de los sonidos de la habitación, del silencio roto por el ruido que la heladera hace siempre a esta hora de la noche. 
Puede ser que ella, como yo, también se sienta sola. Puede ser que espere una escapada furtiva y nocturna, alguien que se refleje con su luz y la saque de su ausencia de hielo. 
Puede ser que los objetos se hayan cansado de acecharnos y quieran ser acechados ellos también. El cambio es constante. Y si hoy al fin me muero, será sola y melancólica, será como soy, como debe ser. 

siempre me sucede después de mostrar algo.
me queda la excitación de la exposición.
mostrarme es también demostrarme, y eso me provoca una sensación extraña como si algo de mí se perdiera entre la gente. esa sensación de ser observado a la distancia pero fijamente.

dejar caer una parte de uno y entregarla. eso deja una sensación de vacío. y después irse. hoy ya me siento más íntegra. pero más débil. quizás es que soy un poco menos, quizás es que me olvidé algo ahí. perdí unas palabras en otras bocas, dejé de lo que era ayer. ahora soy otra.